Tuesday, January 18, 2005

Pollo que no cacarea gatillazo que resuena

“Una vez más, los sátiros caminan alegremente hacia el infierno“Nunca quisimos hacerlo, pero las circunstancias nos obligaron. La necesidad se confabuló con la ocasión y caímos en la trampa sin remordimientos. Podríamos haberlo evitado, pero también podríamos morirnos de hambre.Así que una vez más recorreremos la azarosa senda de los titiriteros junto a personas que de esta manera podrán ver nuestros vistosos carromatos, nuestros extravagantes ropajes y oír nuestras irreverentes canciones y sacar de ello sus propias conclusiones. Para bien o para mal aquí están GATILLAZO.No esperéis nada nuevo, ni nada innovador, tal y como está el mundo no estamos para experimentos.Seguimos con la misma mala hostia y ganas de revolver, el enemigo es el de siempre.Pollo que no cacarea Gatillazo que resuena...Un nuevo partido, un montón de lesionados, el árbitro siempre en contra, una afición temible y un equipo con resaca...!!Tripi -Batería-, Txiki y Osoron -Guitarras-, Xabi -Bajo- y Evaristo -Voz-¡¡ El estadio será una caldera ¡¡

Sunday, January 16, 2005

La muerte de la realidad

El deterioro comienza con la destrucción del sentido de las palabras, cuando ni siquiera nos ponemos de acuerdo sobre su significado o llegamos a la convicción de que, porque todos tienen intereses, todos mienten. Así corremos el riesgo de volvernos tan cínicos como los que dictan lo que es: los que sin haber leído a Lewis Carroll saben que lo importante no es lo que las palabras quieren decir, sino quien manda. Menos mal que desde esa orilla africana de la realidad, tan cruda, evitas por lo menos que todo se reduzca a olvido y mentira. Porque en la construcción de la realidad –las omisiones y tergiversaciones de quienes deciden qué vale la pena contar– muchos medios se dedican con frecuencia más a fabricar realidad que a reflejarla. Tal vez porque saben y sospechan que si contaran lo que ocurre y por qué, buena parte del tinglado del que forman parte se vendría abajo. Al mismo tiempo, triunfa la sospecha de que es imposible hacer acopio de hechos ciertos y relevantes para construir la casa de lo que es. Creo que los que trabajamos en contar lo que ocurre hemos contribuido a ese relativismo tan ponzoñoso como contemporáneo, fruto no pocas veces de la pereza y de la cobardía. Si admiro a la buena prensa estadounidense –la que comprueba minuciosamente cada dato y declaración–, es por su respeto por los hechos y su implacable separación de las opiniones. Lo terrible es que, a pesar de ese escrutinio, del espanto de la realidad, la mayoría ha preferido a quien la niega con toda desfachatez. Y a pesar de todo, sigo confiando en que la verdad y el conocimiento nos harán más libres, más conscientes de nuestra historia, de que es preciso negarse a aceptar la falacia de que no hay nada que hacer, de que la historia ya está escrita en el gran teatro de Oklahoma y pistas adyacentes. Conozco el hospital de los hermanos de San Juan de Dios de Monrovia, del que me hablabas el 18 de noviembre: una isla en medio del fango. Por lo que me cuentas, veo que sigue resistiendo los vendavales de hierro y fuego, vendavales que los hombres desencadenan en Liberia, uno de los nombres más hermosos del nomenclátor político internacional para uno de los lugares más tristes de la Tierra. Pero no conozco N’Zérékoré ni Kolouma ni Boffosou, ni Boauké. No llegaré por una de esas carreteras de tierra roja y embarrada a echarte una mano, a tiempo para ayudarte a acarrear los heridos del último accidente, a paliar las últimas derrotas. Por el contrario, eres tú quien me ayudas a convencerme en Nueva York de que es justo en medio de tanta desolación donde la realidad menos ha muerto, y que estamos muy equivocados aquí, donde tanto nos gusta creernos a salvo mientras entretenemos el descenso acelerado por el tobogán que nos lleva al crematorio de una obra sin sentido