Monday, November 27, 2006

Hamlet - Pura Vida


Canciones que repasan los temas con los que siempre se obsesiona Molly. Desde la niñez y la amistad arruinada del primer corte Arruinando nuestra vida, al miedo ante lo desconocido, el destino, el camino que nos queda por recorrer y los gritos desgarrados de El diablo. El resentimiento, el remordimiento, la frustración, pero sobre todo la justicia; eso que siempre hay que buscar, eso que hay que evitar ensuciar, de la melódica En mi nombre.
O ese yo no puedo evitar ser tan solo lo que soy que nos ofrece Bajo su cuerpo, inevitable final del recorrido lógico de los años. Llegando a un verdadero temazo Fronteras de tu mente, potente y rápida, con esa melodía triste y ese poderoso bajo que tan bien nos demuestra usar Álvaro.
Salva mi honor vuelve a la defensa de la integridad, de mantenerse en pie, de resucitar una cosa tan en desuso en los tiempos que corren como la honra y el honor. Sinceridad, orgullo, satisfacción. Todo un alarde de bombo por parte de Paco, y un bajo rapidísimo envueltos en las guitarras más potentes que hemos escuchado en mucho tiempo.El séptimo corte es inquietante. Acaba con el poder es un medio tiempo con unas guitarras... guapísimas, no se me ocurre otra forma de describirla, salvo cantándomela mientras la escucho:Libreeeeeeeee, prometió que iba a ser libreeeeeeeee, sigue a mi lado, dame tu mano, ella no es tuya, puede hacernos mucho dañoooo.
Para pasar a la dura Vanidad; impresionante este corte con la potencia clásica de toda la vida, y un bajo que va ganando a medida que avanza el tema hasta que creo que voy a enloquecer. Molly grita como una jodida gárgola, como un verdadero monstruo. Su voz gana en cada disco, y en este se le escucha con justicia, se le escucha muy bien y él canta mejor.Y esto, seguido del pedazo de comienzo de Único plan que, sinceramente, me encanta. Cuando lo escuchas por primera vez te hace pensar que estás ante un discazo. Lo cual se confirma con el último corte del disco, Miénteme que es un bonito tema, buen final que redondea y completa un gran disco.

Wednesday, September 13, 2006

Ese capitán Alatriste


ARTURO PÉREZ-REVERTE XLSemanal 20 de agosto de 2006.
Bueno, pues ya he visto la película. Después de los créditos y todo eso, se encendieron las luces de la pequeña sala de proyección y me quedé colgado en las últimas imágenes: el viejo y maltrecho tercio de fiel infantería española –qué remedio, no había otro sitio a donde ir–, dejado de la mano de su patria, de su rey y de su Dios, esperando la última carga de la caballería francesa, en Rocroi, el 19 de mayo de 1643. Y el ruego del veterano arcabucero aragonés Sebastián Copons al joven Íñigo Balboa: «Cuenta lo que fuimos». Veinte años de nuestra historia a través de la vida de Diego Alatriste, soldado y espadachín a sueldo. Veinte años de reyes infames, de ministros corruptos y de curas fanáticos subidos a la chepa, de gentuza ruin y hogueras inquisitoriales, de crueldad y de sangre, de España, en suma; pero también veinte años de coraje desesperado, de retorcida dignidad personal –singular ética de asesinos– en un mundo que se desmorona alrededor, reflejado en la mirada triste y las palabras lúcidas del poeta Francisco de Quevedo, interpretado por el actor Juan Echanove con una perfección enternecedora, memorable.No puedo aportar un juicio objetivo sobre Alatriste. Aunque durante su larga gestación y rodaje procuré mantenerme al margen cuanto pude, estoy demasiado cerca de todo como para verla con frialdad. Es cierto que unas cosas me gustan más y otras me gustan menos; y que durante diez minutos críticos –al menos para mí, autor al fin y al cabo– del primer tercio de la película me removí inquieto en el asiento. Pero eso aparte, debo decir que los soplacirios y cagatintas de mala fe que preveían un canto imperial de españolazos heroicos y rancio folklore de capa y espada, se van a tragar la bilis por azumbres. Nada más respetuoso con los textos originales. Nada más descarnado, fascinante y terrible que el espejo que, a través de la magistral interpretación de Viggo Mortensen –se come la pantalla, ese hijo de puta– se nos pone ante los ojos durante las dos horas y cuarto que dura la película. Un retrato fiel, punto por punto, como digo, al espíritu del personaje que lo inspira: descarnado, sin paños calientes, lleno de peripecias y estocadas, por supuesto; pero también de amargura y lucidez extremas. Contado en un caudal de imágenes de tanta belleza que a veces parece una sucesión de pinturas. Cuadros animados de Velázquez o de Ribera.Y ese final, pardiez. No se lo voy a contar a ustedes, porque me odiarían el resto de sus vidas. Pero aparte el comienzo espectacular, el desarrollo impecable y la extraordinaria actuación de los intérpretes –y cómo están todos, oigan: Unax, Elena, Ariadna, Eduard, Cámara, Blanca, Pilar, Noriega…– el final, o mejor dicho, toda la hora final, deja al espectador definitivamente sin aliento, atrapado por la pantalla, mientras se desmenuza y fija en su retina y su memoria el postrer tramo de la vida del héroe y sus últimos camaradas, desde las trincheras de Breda hasta la llanura de Rocroi. Todo se ve y suena como un escopetazo en la cara; como una sacudida que te deja turbado, suspenso el ánimo, clavado al asiento, consciente de que ante tus ojos, acaba de desarrollarse, de modo implacable, la eterna tragedia de tu estirpe. La imagen serena del capitán Alatriste escuchando acercarse el rumor de la caballería enemiga, el trágico recorrido de la cámara que sigue a Iñigo Balboa –«soldados antiguos delante, soldados nuevos atrás»– cuando retrocede en las filas para hacerse cargo de la vieja y rota bandera, su expresión sombría y lúcida –sombría de puro lúcida–, y todo esa culminación perfecta al espléndido recorrido que por las cinco novelas alatristescas ha hecho Agustín Díaz-Yanes, constituyen el retrato fiel, trágico, conmovedor, de la España de antaño y de siempre. Una España infeliz, feroz, a trechos heroica, a menudo miserable, donde es fácil reconocerse. Y reconocernos.Quizá por eso, cuando al acabar la proyección privada se encendieron las luces, y con un nudo en la garganta miré alrededor, vi que algunos de los actores de la película que estaban en los asientos contiguos –no digo nombres, que lo confiese cada cual si quiere– seguían inmóviles en sus asientos, llorando a moco tendido. Llorando como niños por sus personajes, por la historia. Por el final hermoso, sobrecogedor. Y también porque nadie había hecho nunca, hasta ahora, una película así en esta desgraciada y maldita España. Como diría el mismo capitán Alatriste, pese a Dios, y pese a quien pese.

El remordimiento

He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.

Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida

no fue su joven voluntad.
Mi mente se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.

Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.

Jose Luis Borges

Sunday, August 13, 2006

Capítulo IV

Que los menguados que hablan de la gloria de la guerra y las batallas deberían recordar las palabras del marqués de Pescara: «Que Dios me dé cien años de guerra y no un día de batalla», o darse paseos como el que yo me di aquella mañana para conocer la verdadera trastienda, la tramoya del espectáculo de las banderas, las trompetas, y los discursos inventados por bellacos y valentones de retaguardia; esos que salen de perfil en las monedas y en las estatuas sin haber oído jamás zumbar una bala, ni visto morir a los camaradas, ni mancharon nunca sus manos con sangre de un enemigo, ni corrieron nunca peligro de que les volaran los aparejos de un escopetazo en las ingles.

Saturday, July 01, 2006

No queda sino batirnos

No queda sino batirnos añadió el poeta al cabo de unos instantes, había hablado pensativo para sí mismo, ya con un ojo nadando en vino y el otro ahogado, aún con la mano en su brazo inclinado sobre la mesa, Alatriste sonrió con afectuosa tristeza.
- ¿Batirnos contra quién don Francisco?
Tenía el gesto ausente, cual si de antemano no esperase respuesta, el otro alzó un dedo en el aire, sus anteojos le había resbalado de la nariz y colgaban al extremo de cordón, dos dedos encima de la jarra.
- Contra la estupidez, la maldad, la superstición, la envidia y la ignorancia – dijo lentamente, y al hacerlo parecía mirar su reflejo en la superficie de vino -. Que es como decir contra España, y contra todo.

Thursday, March 09, 2006

Esa mirada de pena

Son muchas las decepciones, fracasos y otros menesteres que nos atañen a lo largo de nuestras vidas. Son muchos hijos de putas con muy malas intenciones que pretenden que el mundo sea un poco peor de los que ya es.
De todas formas siempre nos queda el consuelo de poder poner a cada uno en su sitio; devolverle a su statuo quo, a ese cubo de basura que nunca tuvo que abrirse, a ese semáforo en rojo que tuvo que quedarse en esa posición tres mísero segundos más...
A las cosas por su nombre, hay que destrozar ese super-yo que nos impide ver las miserias producidas por los mismo de siempre, por esa gente que siempre va a sus intereses sin saber que la bomba que tiene en sus manos está a punto de explotar...
No sabemos hasta que punto todo tiene un inicio, lo que tenemos que tener claro es que hay un final en toda su globalidad, no verlo nos hace peores (hay que correr esos 30 minutos que dura la vida con la cabeza alta y sabiendo que la bala que pronto nos alcanzará, dolerá más en otros corazones engañados con miradas de pena).

Wednesday, January 25, 2006

La filosofía de la polla records

Escrito por Carlos Fernández Liria, profesor de Universidad : "Suele decirse que las canciones de La Polla Records son "una patada en los huevos al poder". Tal vez sea verdad, pero no lo es menos que, entre todos los tipos de patadas en los huevos, estas tienen algo especial. Las canciones de LPR tienen un claro carácter sistemático. En su momento, por ejemplo, habrían servido de libro de texto de la asignatura de Ética en el bachillerato y, si alguien busca una guía para la educación de sus hijos lo más completa y honrada posible, es difícil que encuentre algo mejor que los discos Salve y Revolución. Hay una implacable lógica que atraviesa la obra de LPR y que sorprende por su eficacia para señalar los cuatro puntos cardinales de una orientación política.En efecto, hay cierta clase de ceguera que no tiene que ver con estar equivocado sino con esa especie de abyección moral que contamina la atmósfera política que respiramos. En este sentido, LPR aportó un poco de honradez para llamar a las cosas por su nombre y enderezar una brújula moral que se encuentra estructuralmente invertida. Todo una lección y un reto para las cátedras de Ética y Filosofía de este país. Ya está bien de explicar en qué consisten la moralidad y la ciudadanía tomando por referencia un mundo supuestamente sano en el que los individuos sólo delinquirían, por ejemplo, robando un jamón o mintiendo a su novia. Hay que explicar en qué consiste la moralidad en este mundo de "demócratas cristianos hinchados como cerdos y podridos de dinero" (LPR), a los que nunca se les pilla robando en un supermercado porque resulta que son los accionistas de este formidable supermercado en el que se ha convertido el planeta. La cuestión no es tanto si los banqueros, por ejemplo, pueden estafar o extorsionar; es más interesante reparar en la estafa y la extorsión que supone el hecho mismo de que existan banqueros. A los perros guardianes de este infierno, a sus usureros y beneficiarios, a sus administradores, voceros y legitimadores ­-así hasta completar el índice de canciones de LPR­- no se les puede denunciar en un juzgado y, desde luego, es inútil intentar convencerles de nada. Es aquí donde el insulto ­-un arte en el que LPR fueron maestros­- empieza a cumplir un papel "epistemológico". Gracias a que, al menos, aún es posible insultar, se sigue recordando que, pese a su portentosa impunidad, Wall Street o el Banco de Santander no son realidades tan inevitables como el curso de los astros".