Ganó el fútbol espectáculo; ni el inglés del gol en dos pases, ni el rocoso juego alemán, ni por supuesto el Italiano y su soporífero "catenaccio". Ha ganado el fútbol de los pequeños, el de la magia, el del toque, ese al que tan poco nos tienen acostumbrados últimamente, ese en el que te envelesas en el sofá y se te pasa el partido en un abrir y cerrar de ojos.
Gracias a esos jugadores superdotados, a ese entrenador que coge a un equipo en su primer año y lo lleva a la cima con un juego inmaculado; y no se me olvida su apuesta por la cantera (Busquets el año pasado estaba jugando en tercera). Gracias por hacernos seguir creyendo que existe justicia futbolística, que no hay divión entre Zidanes y Pavones, que con esfuerzo y tesón se consiguen las cosas en un mundo corrupto, que se puede llegar al orden sin necesidad de una llamada de teléfono.
Después de un año de alegría, de ver partizados como el del Bayern, Chelsea, Athletic, Madrid... y por supuesto el de la final, sólo me queda alimentar la esperanza de poder seguir viendo FÚTBOL por televisión.
Mientras tanto, se me hace la boca agua con la selección Española de Baloncesto y su inminente europeo en Polonia.
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